¿Puede brotar la sangre de esa herida en la que se ha convertido la sonrisa que finjo cuando te veo para que pienses que he sobrevivido? ¿Pueden brillar los ojos de una mirada cansada, que no duerme desde que no compartes con ella los motivos? ?Puede el mundo girar más lento tras las despedidas, y el otoño secar las hojas más rápido al igual que los corazones?
No lo sé, pero sí que puede ser que ayer siempre sea mañana, y hoy, porque tú no estás y yo vivo en la última vez que nos vimos. En aquellas últimas palabras que me abrazaron, tan cálidas como un beso en la mejilla.
Por la mañana, recién levantados, y despertando de un sueño que continua allí donde empiezan tus pestañas. y el color de tus ojos se confunden con la pared de mi cuarto. Y el mundo me parece no ser más grande que mi cama, donde el paisaje contigo siempre es mi favorito. Y hacemos el amor después del desayuno, sin importar que vayamos a llegar tarde a algún sitio. A veces llueve y quedarnos entre nuestros brazos es la mejor idea que tenemos, escuchando cómo la tormenta desata su furia ahí afuera y nosotros nos sentimos rebosantes de paz, aquí adentro, tan juntos que desdibujamos los límites de nuestro cuerpo y, por un momento, hasta parece que los dos sumemos un mismo corazón cuando nuestros latidos van tan rápidos que se confunde.
El otoño siempre me ha recordado que algunas muertes pueden ser bonitas. Una pena que no pueda decir lo mismo de los portazos de despedida.
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