Se sentía sola, como una muñeca frágil y maltratada que se fuera a romper en cualquier momento. Llevaba semanas sin salir de casa porque cada día que pasaba le parecía peor que el anterior y lo único que deseaba era no levantarse nunca de la cama y desaparecer de la faz de la tierra, dejar de existir así sin más. Tenía la cara pálida y los ojos sin ese brillo especial. Andaba perdida por las calles de esa gran ciudad como si fuese una niña que miraba expectante todo por primera vez. Ni ella misma se imaginaba lo que era capaz de hacer por sí misma, ya que tenía la autoestima por los suelos y todo le daba miedo. Pero sin saber porqué, un día dijo basta. Pensó que era demasiado joven para ser tan infeliz y que tenía que cambiar el chip pero ya, prefería morir de desfases que de disgustos. Entonces sacó de su armario esos viejos tacones altísimos que le regalaron pero que nunca se había puesto porque le parecía que eran demasiado para ella y ese ceñido vestido con un escotazo de infarto que le marcaba cada milímetro de las curvas de su cuerpo haciendo entrever un cuerpo de escándalo. Se maquilló combinando sombras doradas y negras después de repasarse la gran raya negra del párpado que la hacia sentirse más segura y para darle el toque final se pintó los labios de un rojo intenso y añadió un poco de gloss para que brillaran y fueran totalmente irresistibles.
Se peinó haciéndose en el flequillo tirabuzones de niña buena y planchando todos los demás mechones y salió a la calle pisando fuerte, super decidida a comerse todo lo que se le pusiera por delante. Todos los hombres se giraban a mirarla embobados y le soltaban algún piropo, las mujeres le envidiaban por lo bajo y la criticaban cuando pasaba, y por una vez en la vida se sentía sexy y deseada por todos. Esa noche del sábado se desataría y ya nunca volvería a ser la de antes, esa chica inocente que había echado a perder parte de su vida por estar lamentando algo que no valía la pena; iba a descubrir de lo que realmente era capaz. Esa noche cambió completamente, fue como si otra persona hubiese entrado en su cuerpo, se propuso conseguir todo lo que quisiera. Hombres, las presas más fáciles que podían haber, con una mirada y una sonrisa ya los tenía comiendo de la palma de su mano.
Juró en ese mismo momento vengarse de todo ese tiempo sufriendo en la soledad de su habitación, ese tiempo en el que se le hundió el mundo por culpa de una relación auto-destructiva, porque ese capullo a fin de cuentas la había hecho convertirse en lo que era ahora. Una mujer segura de sí misma, promiscua,sin escrúpulos y con una terrible sed de jugar con los hombres y divertirse a su costa. Todos los recuerdos románticos vividos con él en ese momento fueron enterrados en el mismísimo infierno para dar paso a noches de locura y sexo desenfrenado donde la única regla era no sentir otra cosa que no fuera placer. Observa como el típico chico con cara de pillo se le acerca lentamente, intenta hacerlo disimuladamente pero tanto el como ella saben que está ansioso por entrarle y dirigirle la palabra. Le hace un repaso con la mirada y llega a la conclusión de que es totalmente ponible y que con un comienzo como ese, la noche se augura muy interesante.
El chico se queda parado a pocos centímetros de ella y con una voz seductora le dice ''Ey pequeñaja ¿tienes hielo?''
Con una sonrisa picarona le guiña un ojo y le dice ''De pequeñaja nada, guaperas.''
Como ya podréis imaginar ese chaval no fue ni mucho menos el último de esa gran noche, pero si el primero de su nueva vida.